Los amantes anónimos, la primera novela protagonizada por Carmen Puerto
Salvador Gutiérrez Solís es el autor de este adictivo y fascinante thriller
Los amantes anónimos (Almuzara) es la primera de las novelas protagonizadas por Carmen Puerto, inspectora a la que ya conocimos en El lenguaje de las mareas. El mundo de las finanzas, la corrupción política y la televisión, junto a la soledad tras las redes sociales, forman parte de este interesantísimo thriller al que ni siquiera le falta una buena dosis de sexo.
La abdicación del rey Juan Carlos I es el punto de partida. El mismo día de este anuncio real, tres ciudades españolas se convierten en protagonistas de un posible asesino en serie que ha trazado una estrategia para llamar la atención. Tres papeleras de Sevilla, Madrid y Barcelona aparecen con un pie, una mano y un corazón casi congelados. ¿Quién se encargará de resolver este caso? Será Carmen Puerto la encargada, con la ayuda de Jaime Cuesta y Julia Núñez.
Salvador Gutiérrez Solís (en la imagen) es el autor de una novela muy visual que cuenta con un ritmo trepidante y un personaje principal, el de la inspectora, de lo más potente y con mucho que aportar a esta y otras historias. Una novela negra bien escrita, con una trama muy perfilada y un final adecuado. Todo un retrato del mal en una historia que nos atrapará hasta crearnos cierta ansiedad. El escritor cordobés da una vuelta de tuerca al género policial con un relato que camina entre los finos hilos del mundo real y virtual.
Los amantes anónimos está contando con una excelente acogida por parte de los lectores que se están acercando a la novela que cuenta con unos personajes con mucha fuerza y capacidad para empatizar y meternos de lleno en la acción.
Así comienza...
Carmen Puerto está despierta desde hace una hora, pero no quiere comenzar este lunes, esta semana, y finge dormir. Continúa, ficticiamente, el sueño de la pasada noche. Ha soñado que paseaba entre las dundas de una blanca y luminosa playa, como si fuera una de las mujeres que aparecen en el cuadro de Alex Katz que cuelga en una de las paredes del salón que se bañaba en un mar esmeralda, agua templada, acogedora; que se tumbaba en la arena, desnuda, relajada. Corría, gritaba, era feliz. Ha soñado que un hombre, alto, moreno y guapo, muy musculoso, el pelo corto y rizado, encrespado, la esperaba tumbado sobre una toalla, también desnudo. Cuando llegaba a su lado, el hombre la abrazaba, la besaba, la acariciaba, y comenzaban a hacer el amor. El hombre, se parecía a Alberto pero no era Alberto y hacía el amor hasta quedar sin fuerza, felices ambos, desmayados de tanto placer.