Cuarenta historias de cuarentena
Grítame a los ojos, una obra de Julín Jiménez Prieto que nos llevará a un mundo surreal, absurdo y cómico
Un libro con historias que, como cuenta Adolfo Gilaberte en el prólogo, "no tienen ni pies ni cabeza, son el caos hecho lenguaje, ¿o es su lenguaje, desmenuzado en trocitos, lo que nos lleva al caos?". Grítame a los ojos. Cuarenta historias de cuarentena (Ópera Prima) es la obra en cuestión. "Todo un juego. Un ejercicio malabar con las palabras, para exprimirlas, sacarles todo su juego, la plasticidad que esconden, la armonía secreta, el humor", afirma Gilaberte.
Julín Jiménez Prieto (en la imagen) es el autor de este libro que va a introducirnos, como hizo Alicia en el País de las Maravillas, en un mundo absurdo, surreal, cómico y cósmico del que nos va a costar salir algo más cuerdo de o que estábamos. Historias que, como se indica en la posología, se pueden consumir poco a poco.
"Leerse una al día. De no ser así, lo advertimos, su lectura puede producir locura transitoria. Si sigues todas las recomendaciones del autor, los efectos secundarios de este libro pueden ser: la agilidad mental y el afrontar la vida con mucho humor. No administrar a menores, ni a personas que no tengan un toque de surrealismo en su interior".
Virtudes y defectos al aire libre
El bosque de las sensaciones, sentimientos y habilidades, estaba rabiosamente enfermo de cólera. El hambre se comió al lobo de mar, que apostaba tranquilamente como una pastilla de esas que mantienen las piscinas aplastadas o como un cloroplasto. La transparencia se ocultaba tras una niebla impávida y ojeriza, que se desliza con mucho tiento, porque al más mínimo desliz, aparecía el impenetrable, el muro, el que nunca deja ver porque siente ansiedad de tenerte en sus brazos, o tenga ganas de acariciarse las entrañas con sigilo, nadie lo sabrá.
El afortunado estaba triste y le dije al enfermizo que por dos veces en la vida, esta vez le iba a tocar a él fumarse un Fortuna, sin ni siquiera llamarse Fortu, ya que siendo el que siempre está padeciendo, aunque no lo parezca, no le va a importar exhalar el último aliento, pestilente y vomitivo de sus pútridos pulmones.