Una vuelta al mundo a través del lenguaje y la nieve
Cincuenta palabras para decir nieve, una maravillosa aventura con la cultura y el blanco elemento como protagonistas de este viaje literario
"Cincuenta palabras para decir nieve es un viaje para descubrir la nieve en culturas de todo el mundo a través de diferentes lenguas. El clima es un prisma a través del cual se ve el mundo, al igual que ocurre con la lengua. Es posible remontarse a un pasado lejano y rastrear el movimiento histórico de los pueblos a través de una única unidad de significado: en Europa, por ejemplo, muchas palabras (snow, snee, nieve, etc.) provinien de la misma raíz, el antiguo latín nix y el griego nipha –la s inicial va y viene, sin perder por ello la estrecha conexión–".
El de arriba es un pequeño fragmento del prólogo de Cincuenta palabras para decir nieve (Ático de los Libros), un libro escrito por Nancy Campbell que nos ofrece una maravillosa mirada al significado que tiene la nieve para diferentes culturas. Un acercamiento a mundos desconocidos en una extraordinaria aventura donde el idioma y la cultura se abrazan para ofrecernos esta deliciosa obra con la que recorreremos montañas nevadas, mares helados y lugares donde la blanca nieve se convierte en protagonista.
Para los budistas, el blanco es el color sagrado del agua, un color que simboliza la transformación de la ignorancia en sabiduría. Las montañas cubiertas de nieve blanca se consideran sagradas, y se cree que algunas son el hogar de los dioses
Cincuenta palabras para decir nieveIdeal para leer en verano, ya que nos refrescará con ese viaje lingüístico tras el rastro de la nieve. Y también de recomendable lectura para el invierno, para adaptarnos al clima. Un libro compuesto por capítulos cortos, pero que profundiza con detalles y emociones en las cincuenta palabras con las que podemos denominar la nieve.
Así empieza...
La mujer coge su pedernal más afilado y traza unas cuantas líneas en la pared de la roca. Un profundo corte horizontal y otro debajo, luego cuatro horizontales más largos y, dentro de ellos, un leve sombreado a base de rayas para rellenar el espacio entre los otros. El pedernal se arquea, casi como si su mano se hubiera resbalado, y sigue con una serie de marcas punzantes, cada una hecha con el mismo movimiento de muñeca que utiliza al tocar su tambor. Más de 14000 años y al menos una edad de hielo después, estas claras líneas en la pared de una cueva galesa siguen mostrando sin duda alguna la imagen de una bestia con una magnífica cornamenta. Cuando el clima de todo el mundo era más frío, los renos vagaban por el sur de Europa y eran conocidos en Nuevo México, según los dibujos rupestres que dejaron las tribus de la Edad de Piedra y el pueblo Clovis.