Ingredientes habituales, atractivo diferente
Aunque reúne ingredientes habituales (sociedades secretas, conspiraciones, acertijos masónicos, enigmas históricos), J.G. Sandom consigue mantener el atractivo de la historia que narra en La máscara de Dios (La Factoría de Ideas).
Con una serie de símbolos como el diario codificado de Benjamin Franklin, el autor hace tambalear los cimientos del cristianismo. Joseph Koster tiene que tratar de descifrar el referido diario antes de que sea destruido. La trama, a pesar del cóctel múltiple de elementos, logra cerrarse con acierto. El irregular puzle va encajando entre los giros radicales.
De Franklin a Edison, de la religión a la ciencia, de la llave del cielo a la del infierno. El ritmo a veces es intermitente. El principio transcurre de forma más pausada y el autor a veces da unos golpes de efecto que consiguen enganchar nuevamente al lector. La comparación con Dan Brown es inevitable teniendo en cuenta la temática y la fórmula de ir resolviendo acertijos mientras transcurren los hechos.