Un viaje infinito por la vida de los libros
Irene Vallejo firma un magistral ensayo que nos lleva a los orígenes de las bibliotecas, los libros y la lectura
Un libro mágico, maravilloso, infinito... De lo más recomendable para aquellos lectores que no creen en los ensayos. A los que les cuesta acercarse a un género literario que Irene Vallejo hace grande con El infinito en un junco (Siruela), un libro que nos acerca a los orígenes del libro en un delicioso paseo por el mundo clásico. Con una prosa cuidada, de lo más sensible, cercana, la autora nos lleva por los caminos de Roma y Grecia en un viaje apasionante.
Mi madre me leía libros todas las noches, sentada en la orilla de mi cama. Ella era la rapsoda; yo, su público fascinado
El infinito en un juncoSencillamente magistral el juego literario que crea la autora. Consigue adentrarnos en la historia, en el nacimiento de los libros, y nos lleva por inifinidad de lecturas y recomendaciones, tanto actuales como de tiempos pretéritos. Nos acerca a la pasión por leer y nos guía por ese camino en el que la literatura da un abrazo eterno al tiempo y el espacio para mostrarnos su corazón.
Con una gran cantidad de anécdotas, con referencias literarias, con guiños personales, con gusto y tacto, con una sensibilidad muy especial, Vallejo firma este ensayo que se lee como una novela, un libro de viajes que se fusiona con la historia, un infinito donde la libertad está presente en todo momento. Las primeras bibliotecas, aquellos libros antiguos, lectores que perderán el miedo a leer... El infinito en un junco. Un libro inmenso. Imperdible.
Tras una larga travesía entre la indiferencia de los siglos, los títulos se han transformado en poemas mínimos; barómetros, mirillas, ojos de la cerradura, carteles luminosos, anuncios de neón; la clave musical que define, la partitura venidera; un espejo de bolsillo, un umbral, un faro en la niebla, un presentimiento, el viento que hace girar las aspas
El infinito en un juncoEl infinito en un junco
"Siempre me asusta escribir las primeras líneas, cruzar el umbral de un nuevo libro. Cuando he recorrido todas las bibliotecas, cuando los cuadernos revientan de notas enfebrecidas, cuando ya no se me ocurren pretextos razonables, ni siquiera insensatos, para seguir esperando, lo retraso aún varios días durante los cuales entiendo en qué consiste ser cobarde. Sencillamente, no me siento capaz. Todo debería estar ahí —el tono, el sentido del humor, la poesía, el ritmo, las promesas—. Los capítulos todavía sin escribir deberían adivinarse ya, pugnando por nacer, en el semillero de las palabras elegidas para empezar. Pero ¿Cómo se hace eso? Mi bagaje ahora mismo son las dudas. Con cada libro vuelvo al punto de partida y al corazón agitado de todas las primeras veces. Escribir es intentar descubrir lo que escribiríamos si escribiésemos, así lo expresa Marguerite Duras, pasando del infinitivo al condicional y luego al subjuntivo, como si sintiese el suelo resquebrajarse bajo sus pies".