Tributo a Blenholt, un retrato del Brooklyn judío de los años treinta
Daniel Fuchs es el autor de una novela que forma parte de la trilogía The Brooklyn Novels
Nos vamos al Nueva York de los años 30, más concretamente al barrio de Williamsbug para conocer más sobre cómo vivía la comunidad judía en el Brooklyn de la referida década del siglo pasado. Daniel Fuchs (Nueva York, 1909-Los Ángeles, 1993) realiza un retrato de la realidad de aquellos años en Tributo a Blenholt , un libro que cuenta con la traducción de Enrique Maldonado.
Con una prosa suave, sin tener que recurrir a las grandes descripciones ni al exceso de adornos, el autor dibuja cómo eran aquellas casas de vecinos, cómo era el día a día en aquel barrio de inmigrantes y cómo se mezclaban las luces y las sombras en los sueños de futuro. Con trazos directos cargados de esencia literaria y con mucha nostalgia durante su recorrido, la novela cuenta con esa buena ambientación que nos hace llegar la esencia de aquellos años.
Tributo a Blenholt es la primera de las novelas de la trilogía conocida como The Brooklyn Novels (Summer in Williamsburg y Low Company son los otros dos títulos). La novela cuenta con su primera versión en español gracias a la edición de Automática Editorial. Con unos personajes que aportan mucho a la historia, nos encontramos con esa lucha por cumplir el sueño americano, con las fantasías y deseos que habitan, en pisos minúsculos, de unos jóvenes en busca de la nueva buena suerte. Un retrato de las familias, de los sentidos, de los latidos del barrio.
Tributo a Blenholt...
"Cuando el hombre fue finalmente sacado por la puerta, se produjo una catástrofe más. Habían aparcado el coche fúnebre que portaba los restos de Blenholt en los mismos escalafones que daban acceso a la sala McCarren. Las grandes puertas del edificio estaban abiertas de apr en par, igual que las del propio coche fúnebre, con el objetivo de que Blehnholt pudiera oír mejor los elogios. El comunista, retorciéndose mientras lo arrastraban a la calle, volvió la cabeza un instante hacia el adorando ataúd plateado que contenía a Blenholt y, al pasar, el hombre consiguió escupir grandes cantidades de saliva al difunto, mientras pronunciaba espantosas y repugnantes maldiciones".
"Había estado todo el tiempo con una risa tonta y conteniendo el aliento, por mucho que intentara frenar el regocijo y mostrar la calma debida. Ni una vez lo habían llamado schlemiel en todo el día. Ni una broma, ni un insulto. Todo el mundo lo respetaba. Todos le deseaban suerte".