La historia de un magnicidio maldito: 50 años del asesinato de Carrero
Manuel Cerdán trata de aportar luz a las sombras que siguen existiendo cinco décadas después
Han transcurrido cinco décadas y seguimos sin conocer toda la verdad sobre la trama que arropó el magnicidio del delfín de Franco. No existe ninguna duda acerca de que el autor material del atentado fue un comando de ETA, de que los explosivos fueron trasladados desde el País Vasco por activistas de la organización armada, de que fueron ellos mismos quienes excavaron el túnel por debajo de la calle Claudio Coello de Madrid, de que el histórico general de la banda —José Miguel Beñarán Ordeñana Argala — accionó el mando del artefacto explosivo y de que los terroristas disfrutaron de un plan de fuga que nadie impidió. Pero, aun así, persisten un sinfín de sombras que el periodista de investigación Manuel Cerdán ha intentado iluminar por medio del libro Carrero: 50 años de un magnicidio maldito (Plaza & Janés).
¿Por qué el autor califica de "maldito" el magnicidio? Porque nadie del Régimen se esforzó por conocer la verdad y sentar a los asesinos en el banquillo. El comportamiento de los servicios secretos —y eso que habían sido creados por el almirante— y de las Fuerzas de Seguridad, al margen de su desidia profesional y su incapacidad operativa, superó las barreras de la sospecha. Durante todo un año, los terroristas se movieron libremente por las calles de Madrid hasta detonar la bomba y, tras el magnicidio, ni los agentes secretos ni el entonces ministro de la Gobernación —Arias Navarro, nombrado por Franco sustituto de Carrero en la Presidencia— se esforzaron por atar cabos y despejar cualquier duda sobre el atentado. Todo lo contrario: optaron por el borrón y cuenta nueva.
Manuel Cerdán, que investiga el magnicidio de Carrero desde hace 30 años, aporta en su obra nuevos documentos del sumario, de los archivos de ETA, de los servicios norteamericanos y de la Embajada de EE.UU en Madrid, que corroboran la maldición que persigue al magnicidio. El autor se esfuerza por contestar a una serie de preguntas, como: ¿Quiénes ganaron con la muerte del presidente del Gobierno? ¿Cómo pudo el comando Txikia de ETA llevar a cabo su plan durante un año en Madrid sin ser descubierto por la Policía? ¿Qué papel jugó un sector de ETA y del PNV en sus relaciones con la CIA? ¿Por qué las familias políticas de un Régimen agonizante no se esforzaron en descubrir la verdad? Esas y otras muchas incógnitas siguen sin respuestas.