Fracaso sentimental en la calle 50
Una crónica de la Transición de la mano de Fernando Méndez-Leite, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas
A caballo entre Madrid y Nueva York, con Truman Capote con un papel destacado, Fernando Méndez-Leite, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas española, firma una gran crónica de la Transición en Fracaso sentimental en la calle 50 (Renacimiento), una obra de ficción, pero con tintes autobiográficos.
Una novela repleta, como no podía ser de otra forma, de referencias cinematográficas y literarias. Una crónica donde la nostalgia y la ironía conviven con la melancolía y la alegría. La vida del Madrid de décadas pasadas en un libro narrado en primera persona por Pedro Liniers, un catedrático de Literatura Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid que nos llevará desde sus recuerdos de infancia en los 50 a sus años de universidad en los 60. Su paso por Barcelona para trabajar como lector en una editorial, su vuelta a Madrid y su viaje a Nueva York componen este retrato tan incorrecto como minucioso.
Apariciones y desapariciones, suplantaciones e imposturas, incomparecencias añoradas y permanencias indeseadas, caraduras y melancólicos, damas esquivas y maggiorate exhuberantes, sentimientos y perversiones...
Fracaso sentimental en la calle 50Además de referencias musicales y juegos literarios, el autor nos transporta a ese Madrid de antaño en un paseo por rincones como el barrio de Salamanca, la Ciudad Universitaria, Argüelles o el centro de la capital. Paisajes junto a Nueva York que componen la ambientación de un libro donde las relaciones de amistad del protagonista y con las mujeres tienen un papel muy destacado. Pasiones y deseos en un libro escrito con una prosa muy cuidada.
Así comienza...
Me llamo Pedro Liniers Serrano de Osma, acabo de cumplir sesenta años el 14 de agosto de 2004 y sin temor a equivocarme puedo afirmar que me va bien en la vida. Ya sé que esto parecerá una petulancia, pero acepto gustoso el riesgo de que cualquiera de ustedes pueda pensarlo ya que, si por un prurito de falsa modestia negara o simplemente silenciara esta apreciación, estaría faltando a la verdad y podría inducirles a confusión. Sería por mi parte una imprecisión imperdonable que haría tambalearse este informe nada menos que en su primer párrafo. De ese error inútil me sentiría enteramente responsable y ello afectaría sin duda a mi estado de ánimo en los próximos tiempos y pondría en duda el bienestar aludido.