El lento adiós de los tranvías
Un recorrido por el Madrid de los años sesenta de la mano de Manuel Rico
Hoy volvemos a montarnos en tranvía para recorrer el Madrid de los años sesenta junto a Manuel Rico, autor de El lento adiós de los tranvías, una novela que vio la luz por primera vez en 1992 y que recientemente ha sido reeditada por Huso. Esta edición cuenta con el prólogo de José María Merino, miembro de la Real Academia Española, quien afirma que "la reedición de esta novela no solo nos permite la recuperación de un excelente texto narrativo, sino que nos sirve también para considerar el nivel de calidad del género cuando ya la democracia se había asentado entre nosotros".
El autor (en la imagen) nos adentra en la vida cotidiana del franquismo para retratarnos una gris ciudad que camina con incertidumbre y miedo entre la censura, la vigilancia y el control de la dictadura. En esta reconstrucción de la memoria, Rico también elabora una trama que cuenta con unos personajes que destacan por su sensibilidad.
La investigación de un joven que intenta dar con pistas sobre la desaparición de un artista de la posguerra es el punto que va tomando el pulso a la metamorfosis de una ciudad que se mueve entre el franquismo y el olvido. Una crónica de la época en la Ciudad Lineal que nos lleva por la intrahistoria de la España de 1966. Con un estilo narrativo muy cuidado, nos encontramos ante una novela que nos ayudará a entender mejor el tiempo pasado.
Así comienza...
—Es curioso cómo puede borrarse, sin dejar rastro, la huella de un hombre, cómo puede desaparecer el mapa alguien que tuvo un protagonismo destacado en su época, hasta hace poco más de veinticinco años.
—No dejas de insistir. Eres terco. Yo que tú lo habría dejado por imposible. Con la de asuntos que tienes a mano, te has ido a interesar por el más raro y escabroso, por el que más te puede complicar la vida.
Noviembre llegaba a sus días finales cargado de agua. Desde la cristalera del balcón podían verse los tensos hilos de la lluvia contra la noche y las farolas, el brillo del asfalto barrido por los faros de los automóviles, los oscuros viandantes. Mario pensó en la lluvia cayendo sobre la casa abandonada de la Ciudad Lineal, encharcando las losas del patio cubierto de hojarasca".