'Una historia ridícula', otra novela magistral del maestro de las palabras Luis Landero
El escritor extremeño vuelve a regalar a sus lectores, con su gran manejo de la narrativa, un libro extraordinario
Una vez más, el maestro de las palabras Luis Landero vuelve a reinventarse para superarse con una novela extraordinaria. Una historia ridícula (Tusquets), una historia tan sencilla como magistral. Perfectamente escrita, como la mayoría de sus libros. Con una narrativa de lo más cuidada, con una impresionante riqueza y con esa ironía fina tan característica en el escritor extremeño.
¿Una historia de amor o de odio? ¿O viceversa? Disfrutaremos muchísimo de su lectura, de ese humor tan especial que tiene el autor, de esa capacidad para definir personajes y situaciones. Con un excelente dominio de los tiempos y un protagonista (y narrador) que nos llevará de la risa a la reflexión, pasando por la empatía (nos costará, pero llegaremos a ese punto).
Leer a Landero es siempre de lo más placentero, por ese regusto que dejan sus novelas. La historia de Marcial, un hombre atormentado, con Pepita te atrapa, te seduce de una forma indescriptible. Un relato entretenido, con pensamientos y crítica sobre nuestra sociedad,
Marcial, un matarife filósofo, nos hace cómplices de su historia, se dirige a los lectores, trata de conectar con ellos para que lo entiendan, para que compartan sus disertaciones. Una genialidad convertida en novela, un libro de los que dejan huella.
Así comienza...
No creo pecar de orgullo, como demostraré a lo largo de mi exposición, si comienzo diciendo que soy un hombre de ciertas cualidades. Quizá no resulte especialmente apuesto y llamativo, pero sí educado, discreto, concienzudo, culto y buen conversador. Todos cuantos me conocen saben, o deberían saber, de mi honradez y rectitud. En otros tiempos tuve un buen puesto de trabajo y un piso en propiedad. ¿Mi visión del mundo y de la vida? Trágica y transcendente. ¿Mi historia? De amor, de odio, de venganzas, de burlas y de ofensas. Me llamo Marcial Pérez Armel, resido en Madrid, y tengo en muy alta estima el viejo concepto del honor.
Algún malicioso dirá: "Sí, pero careces de estudios superiores". A lo que yo respondería que, sobre este asunto de los estudios, habría mucho que hablar.