Mucho más que otra novela sobre Colombia y el narcotráfico
Era más grande el muerto, una historia donde violencia y humor se dan la mano en una tragicomedia escrita por Luis Miguel Rivas
¿Cuántas novelas se han escrito sobre Colombia y el narcotráfico? A primera vista, no invita para nada a la originalidad un libro que camine sobre la mafia de hace décadas del país cafetalero. Por eso tiene mérito, y hay que destacarlo, que una novela con esos temas sea diferente y ofrezca unas buenas sensaciones al lector.
Luis Miguel Rivas (en la imagen) lo consigue en Era más grande el muerto (Seix Barral), un viaje al pasado de Medellín que sigue siendo muy presente. Un relato donde violencia y humor se dan la mano en una tragicomedia narrada con mucha frescura. Una historia de paradojas y contradicciones.
Ambientada en Villalinda, un lugar ficticio, el autor da vida a unos personajes muy reales. Y es ahí donde se van juntando esas delgadas líneas que, en principio, parecían separar la vida (y muerte) de la ficción. Un juego literario donde pasamos de la risa al llanto en cuestión de páginas. Una historia notablemente contada, otro tipo de realismo mágico sobre una Colombia que se desangraba entre letras y tiros.
Tenía una cara linda y el pelo lacio le caía por el borde de la mesa. Estaba casi toda cosida pero con la piel de los hombros levantada y se le veía todo lo que hay por debajo de la belleza
Era más grande el muertoJóvenes sin futuro que buscan una mejor vida entre la muerte. Guerra de bandas de narcotraficantes por controlar la droga. Y ropa de marca en los cadáveres que nos llevarán a entender el título de un libro vibrante, emocionante, con ritmo y unos personajes muy bien definidos. Unos personajes que intentan buscarle un sentido a sus vidas iluminados por la voz narradora de Manuel. Una mirada cultural, social y económica a los 80 y los 90 de una Colombia de patrones y sicarios. De inocentes y buena literatura.
Así comienza...
"Nunca se me van a olvidar esos zapatos verdes de Chepe Molina de los que no me acordaba muy bien aquella noche en el bar El Cielo. ¿Sí serían verdes?, me pregunté varias veces. ¿Sí serían estos mismos?, me volví a preguntar bregando a convencerme de que no. Eran la última imagen que me había quedado de Chepe. Los zapatos más caros y más pinchados y que dieran más estatus que usted pudiera imaginarse en la Villalinda de esa época. Así los había visto pasar dos meses antes de la noche en la que no podía recordarlos: brillantes ya para qué, finos y lindos para nada, con la punta redondeada mirando hacia arriba, en unos pies tiesos que se fueron perdiendo de mi vista hasta entrar del todo en el carro de la morgue. No pude ver más y no supe qué otra ropa tenía puesta Chepe porque no lo había visto en todo ese día. Con seguridad tenía una camisa calvinkléin y un pantalón cheviñón y una chaqueta dísel".