Manolito, la historia de un torero enano
Emilio Alonso Feliz es el autor de una novela galardonada con el V Concurso de Narrativa para autores noveles Manuel Díaz Vargas
La historia de un torero enano y la de un escritor que se volvió a encontrar con sus letras para darle rienda suelta a la pasión por contar, por narrar, por darle vida a Manolito (Ediciones Alfar), una novela que fue galardonada con el V Concurso de Narrativa para autores noveles Manuel Díaz Vargas.
Emilio Alonso Feliz (en la imagen) es el autor en cuestión, padre de una novela que, como destacó el jurado del referido galardón, "hereda los valores de la gran tradición novelística española". Manolito es una narración sencilla, directa, un relato sobre la vida que tiene como protagonista a uno de esos personajes que se convierte en héroe de la cotidianidad gracias a su esfuerzo por alcanzar sus sueños.
Manolito había sido un torero enano y yo me había convertido, poco a poco y sin darme cuenta, en un escritor enano que, en vez de lidiar con las grandes editoriales y las listas de éxitos, se conforma con enfrentarse a los cértamenes convocados por los ayuntamientos, las asociaciones de vecinos, las casas regionales y los ateneos de los pueblos
Emilio Alonso, autor de ManolitoUna novela entretenida, de fácil lectura, que nos hará pasar un buen rato con las andanzas del singular Manolito, un torero enano, y de un narrador que pinta de color realista la vida.
Así comienza...
El pasado mes de abril, en el velatorio de mi suegro, me enteré de que José Manuel Luna Carrasco, más conocido como Manolito, había muerto de un ataque al corazón en una residencia de ancianos de El Tiemblo, en Ávila. Me lo contó Josete, uno de los hijos de Pepe, el dueño del bar donde yo había coincidido con cierta frecuencia con Manolito durante un breve periodo de mi vida, hacía ya bastantes años. Josete se había considerado en la obligación de acudir al velatorio para dar el pésame a la familia, ya que mi suegro había sido cliente asiduo del bar de su padre desde mucho tiempo atrás, y también para disculpar a su padre, que estaba en el hospital para tratarse de un problema serio de salud y no había podido acercarse en persona. En los velatorios, por razones evidentes, se habla mucho de fallecimientos, especialmente de los fallecimientos de amigos y conocidos, y unos y otros se ponen al día de lo que podríamos llamar la lista de bajas, así que Josete, después de hablar conmigo unos minutos sobre asuntos instrascendentes, me dijo de pronto:
—¿Te acuerdas de Manolito, el enano que venía antes al bar? Pues también murió hace poco, dos o tres meses, en El Tiemblo.