Los caballos inocentes, una novela de Raúl Quirós Molina que retrata la otra Movida
Una historia en blanco y negro, entre la nostalgia y el drama, que recorre los últimos años de la década de los ochenta y principios de los noventa
Un encuentro de un grupo de amigos y sus recuerdos del pasado dan vida a Los caballos inocentes (Fundación José Manuel Lara), una novela que retrata entre la nostalgia y el drama los últimos años de la década de los ochenta y principios de los novela. Una historia en blanco y negro sobre la otra Movida, aquella en la que no aparecían ni Almodóvar ni Alaska, en la que la heroína y el SIDA eran protagonistas. Aquellos supervivientes de las sombras del pasado cuentan sus amores del ayer entre discos y copas.
XXXIX Premio de Novela Felipe Trigo
Raúl Quirós Molina (en la imagen) es el autor de una novela galardonada con el XXXIX Premio de Novela Felipe Trigo. Su narrativa conecta rápidamente con el lector. Sus historias están llenas de magnetismo, de fuerza, de nostalgia y pureza. Personajes bien construidos que transmiten esas emociones que se clavan como puñales de verdad. Es fácil empatizar con Pablo, uno de los protagonistas, con su deseo de confesar su homosexualidad en una época en la que había que vivir otra vida.
Su relato, su historia, su amor por Freddie Mercury, su peculiar matrimonio con Cristina y la adopción de dos huérfanos que habían pasado por infinidad de casas son la esencia de una historia de cariño paternal, de maricas y curas, de deseos contenidos y pasiones imposibles vividas con la banda sonora de fondo de Medina Azahara, Triana y hasta Ramoncín.
La heroína es una mala invitada en sus vidas, un miembro más que se sienta a comer en la mesa y a dormir con los hijos, una extraña que supervisa cada gesto cotidiano y lo corrige para su beneficio; la reina del hogar, la princesa descarada
Los caballos inocentesLa Movida olvidada, la de la represión y las drogas
La heroína y el amor son malas combinaciones en busca de finales felices. No fue idílica la relación entre Pitita, otra de las componentes del grupo de amigos de Los caballos inocentes, y Makoke, pero sobre ese amor sin perdices queda radiografiada, entre jeringuillas y picos, la España política y social de la época de un país que acunaba la Transición envuelta en papelinas.
Y la muerte abrazada a la locura y a la vida con un embarazo y una boda sin amor, sin afecto y con Angustias. Y otra historia, la de Quique, capaz de todo para salvar a su familia de la miseria y dejar de ser El Gilipollas para convertirse en la viva estampa de un triunfo manchado por esas drogas que también marcó a Miguel Ángel, que sigue teniendo guardada su silla entre aquellos inocentes que trataron de sobrevivir a la otra Movida, la olvidada, la de la falta de trabajo, la represión y las drogas.