Las estrellas no tienen novio
Surrealismo y humor negro en una novela de Francisco Javier Rodríguez Barranco
Humor negro y surrealismo caminan de la mano en Las estrellas no tienen novio (Ediciones Azimut) una entretenida novela que lleva la firma de Francisco Javier Rodríguez Barranco. El escritor Jaime Roig de Diego pone su rúbrica al prólogo destacando el modo en que "maneja la trama, las subhistorias, los personajes que van entrando en la acción y, sobre todo, el lenguaje de cada uno de ellos, me hace pensar en John Ford y esta novela en una versión ibérica de La diligencia; una, con aroma a Valle-Inclán que le hubiera encantado rodar a Berlanga. Y seguro que le gustará tanto a Guillermo del Toro que querría hacerla en México".
Nos encontramos ante una lectura inteligente, con numerosas referencias culturales, con un retrato de la sociedad más casposa que aparece en televisión y con un personaje principal, Helio, de lo más especial y particular, al igual que los secundarios —con nombres de la tabla periódica— a los que da vida Rodríguez Barranco (en la imagen)en una novela en constante movimiento, a pesar de que su protagonista, precisamente, no puede moverse al quedar anclado al asiento del autocar en el que viaja. Situaciones de lo más absurdas en un libro que se lee de manera ágil y que cuenta con diálogos muy frescos. Nos lo vamos a pasar muy bien leyendo Las estrellas no tienen novio.
Las estrellas no tienen novio...
Al fin y al cabo, igual que los teléfonos fijos o las películas de fotos pasaron a la Historia en un tiempo récord, no ya el papel, sino toda la lectura en general no tardará en sufrir idéntico proceso. ¿Qué sentido tiene leer un libro cuando todas tus amistades en las redes sociales te bombardean con textos de todo tipo que hay que leer y sobre los que hay que opinar? ¿Qué sentido tiene seguir almacenando libros, buenos, regulares o malos, en este caso con mucho mayor motivo, por supuesto? ¿No será mucho mejor guardar todo lo que ya hay, como se conservan las ánforas en los museos arqueológicos de todo el mundo, y hacer tabla rasa con cuanto se publique a partir de ahora? Quizá hemos sido demasiado benévolos en cuanto al establecimiento de un criterio de calidad en el proceso autodestructivo del papel: Todos los documentos físicos a partir de ahora deberían autodestruirse y, como mucho, permitir unas pocas opciones al usuario acerca de en qué momento prefiere programar dicha desaparición.