La precariedad laboral y las relaciones personales en Todas las ventanas

Una novela de Bárbara Sánchez sobre la incertidumbre laboral

Bárbara Sánchez construye en Todas las ventanas (Plaza y Janés), una novela sobre la incertidumbre laboral, la precariedad y las relaciones personales en un Madrid sofocante y cargado de preguntas sin respuestas. La protagonista, Amelia, atraviesa un punto de inflexión en su vida tras ser despedida del periódico donde trabajaba. A partir de ese momento, su estabilidad tambalea, tanto en lo profesional como en lo personal, mientras intenta reconstruirse en medio de una ciudad que parece indiferente a sus problemas.

Desde las primeras páginas, la narración sumerge al lector en un ambiente de calor, ruido y desasosiego. Amelia llega a su nuevo piso en la cuesta de las Descargas con la carta de despido en el bolso y la sensación de no saber si la noticia ha llegado demasiado pronto o demasiado tarde en su vida. La convivencia con Gonzalo, su pareja y también periodista, se ve afectada por la incertidumbre de su futuro, mientras que él recibe una promoción que lo lleva a Washington, marcando un contraste evidente entre ambos.

La novela retrata con precisión las relaciones de vecindad en un edificio donde las historias individuales se entrecruzan. Amelia se involucra con sus vecinas Isabel, Beatriz y Agustina, quienes aportan distintas perspectivas sobre la vida, el trabajo y la supervivencia en la ciudad. La más llamativa es Agustina, una anciana que vendió su piso a un matrimonio a cambio de poder vivir en él hasta su muerte, pero que ahora, con una certeza inquebrantable sobre su próximo fallecimiento, busca recuperar su hogar.

La escritura de Sánchez se caracteriza por su estilo sobrio y preciso, con un uso destacado del monólogo interno para reflejar el vaivén emocional de Amelia. La autora logra plasmar la ansiedad de una generación marcada por la inestabilidad laboral y la dificultad de planificar el futuro. La ciudad de Madrid se convierte en un personaje más, con sus verbenas, su calor asfixiante y sus calles que se suceden como un laberinto donde los personajes buscan un destino incierto.

Uno de los aciertos de la novela es el retrato de la precariedad laboral en el periodismo. Amelia, tras su despido, se enfrenta a entrevistas en medios digitales que pagan sueldos irrisorios y ofrecen condiciones de trabajo abusivas. La frustración de la protagonista se vuelve palpable cuando entiende que, pese a su experiencia y dedicación, el mercado laboral sigue exigiéndole aceptar la inestabilidad como norma.

La relación entre Amelia y Gonzalo está marcada por el desequilibrio profesional. Mientras ella pierde su empleo, él asciende y recibe una oportunidad que lo aleja del país. La distancia geográfica no hace más que evidenciar la distancia emocional que ya existía entre ellos. A través de sus conversaciones esporádicas y la falta de espacio para abordar lo realmente importante, la novela expone cómo los cambios en la vida profesional pueden impactar profundamente en las relaciones personales.

La historia también explora la soledad y la sororidad entre mujeres que, aunque diferentes en edad y circunstancias, comparten la necesidad de apoyarse mutuamente. Agustina, con su determinación a recuperar lo que considera suyo, se convierte en una figura simbólica dentro del relato. Su historia de despojo, lucha y resistencia contrasta con la resignación inicial de Amelia y la empuja a tomar un rol más activo en su propio destino.

El simbolismo de las ventanas, presente en el título y a lo largo de la novela, representa tanto las oportunidades como las barreras invisibles que separan a los personajes. Las ventanas de los pisos reflejan la vida de los vecinos, las decisiones tomadas y las que quedan pendientes, las posibilidades de escape y las realidades inamovibles. Cada personaje, a su manera, se asoma a ellas en busca de respuestas o de un futuro distinto.

La novela se erige como una obra que captura la fragilidad de los tiempos actuales y la lucha constante por encontrar estabilidad en un mundo en perpetuo cambio. Con una prosa cuidada y personajes complejos, Bárbara Sánchez ofrece una historia que resuena por su realismo y su capacidad de generar empatía. Una novela imprescindible para quienes buscan literatura comprometida con la realidad social y los dilemas de una generación sin certezas.

Por: Raquel Ortiz
Fecha: 03-03-2025