Juan Gabriel Vásquez vuelve a los relatos
Canciones para el infierno es el título de su segunda colección de relatos, que llega 17 años después de Los amantes de Todos los Santos
La sensibilidad y el talento narrativo de Juan Gabriel Vásquez (en la imagen) llegan en esta ocasión envueltas en papel de relato con Canciones para el incendio (Alfaguara). Pequeñas novelas dentro de un libro de historias por cerrar, de flecos que el ayer trajo hasta el presente. Todos los personajes que forman parte de esta colección de relatos tienen en común llevar como herencia el peso del pasado. Aunque el pasado puede que no lo sea si leemos al escritor colombiano nacido en 1973 en Bogotá.
Ésta es la historia más triste que he conocido jamás, como dijo ya de la suya un novelista, y en ella todo comienza con un libro, al contrario de lo que dijo un poeta
Canciones para el infiernoMujer en la orilla, El doble, Las ranas, Las malas noticias, Nosotros, Aeropuerto, Los muchachos, El último corrido y Canciones para el incendio son los títulos de los textos de esta colección de relatos -la segunda tras Los amantes de Todos los Santos- del escritor colombiano. Nueve relatos que harán disfrutar al lector que se acerque a estas historias marcadas por el pasado y el destino.
Cuentos escritos con intensidad, con una prosa muy cuidada, sensible, elegante, con tacto... Cuentos donde la violencia tiene un especial protagonismo, donde Colombia no escapa de esas garras del terror de las últimas décadas del pasado siglo. Relatos que incluso viajan a la base militar de Rota, que juegan con las palabras y el pasado, y que tienen pinceladas autobiográficas. Historias con historia, letras que arañan por dentro y que llegan para volver a disfrutar de un autor al que merece mucho la pena leer.
Vais para defender a nuestras familias, amenazadas por el monstruo del totalitarismo. Nuestra avanzada sois vosotros, vuestros pechos son la muralla donde se estrellarán los enemigos de Colombia y de los ideales que ella defiende
Canciones para el incendioAsí comienza...
"Siempre he querido escribir la historia que me contó la fotógrafa, pero no hubiera podido hacerlo sin su permiso o su connivencia: las historias de los otros son territorio inviolable, o así me ha parecido siempre, porque muy a menudo hay en ellas algo que define o informa una vida, y robarlas para escribirlas es mucho peor que revelar un secreto. Ahora, por razones que no importan, ella me ha permitido esa usurpación, y sólo ha pedido a cambio que yo cuente la historia tal como ella me la contó esa noche: sin retoques, sin adornos, sin fuegos artificiales, pero también sin artificiales sordinas.".