El verano del incendio
Una novela juvenil de Rosa Huertas que nos lleva hasta un pequeño pueblo costero para concienciar a los jóvenes lectores sobre lo importante que es cuidar la Tierra
El futuro de la Tierra está en juego y es labor de todos poder cambiarlo, poder construir un mundo mejor aportando nuestro granito de arena. Y los jóvenes tienen una parte importante en ese giro que tenemos que darle a un planeta castigado por el cambio climático. A los lectores a partir de 12 años va dirigido El verano del incendio (Loqueleo), una novela juvenil que, entre otras cosas pretende concienciar a los jóvenes de lo importante que es cuidar nuestro planeta.
Se llama playa de los Cantos porque en las noches de luna llena se oye cómo canta el mar. Es una canción triste: se queja de los humanos, de su avaricia que lo destruye todo, de su dejadez que lo ensucia sin parar
El verano del incencioRosa Huertas (en la imagen) es la autora de un libro que también trata sobre los valores y la amistad. Y, por cierto, ¿quién ha dicho que en los pueblos nunca pasa nada? Pues en Villamar descubriremos que pueden pasar muchas, y sorprendentes, cosas. Seguro que a ti te ha pasado cuando has regresado al pueblo de tus abuelos, de tu familia, para pasar unos días de vacaciones y lo que pensabas que iba a ser un aburrimiento se ha convertido en una aventura inolvidable. Pues eso es lo que le pasó a Quin y a sus amigos.
Quin es el protagonista de la historia, pero está bien rodeado por unos personajes que aportan mucho a este libro ideal para leer este verano. Misterio, acción y reflexiones. Hasta el miedo a los perros podremos perder leyendo este título. Y todo gracias a Luna. El verano es tuyo. Lee y disfruta.
Así comienza...
El verano del incendio, el mundo cambió para Quin. Tiempo después también habría de recordarlo como el verano del galgo, de los secretos desvelados, de la acción, de las preguntas y, sobre todo, de Luna. Demasiados acontecimientos para un solo verano en un pueblo donde nunca pasaba nada. Joaquín, a quien casi todos llaman Quin, vivía todo el año en Villamar, un pueblo costero donde abundaban los veraneantes, pero que se quedaba raquítico en invierno. Su familia nunca salía de vacaciones cuando lo hacían los demás, porque regentaba una cafetería-heladería en el paseo marítimo que solo daba buenos beneficios en julio y agosto. El café Solmar cerraba en noviembre o en enero, pero como había que seguir el curso escolar, los López Martín tampoco podían salir de Villamar en esas fechas. Quin apenas había visitado el resto del mundo, solo alguna escapada de fin de semana a ciudades cercanas que siempre la parecían más feas que su pueblo.