El libro de Eva: sororidad y feminismo
Una novela de Meg Clothier que muestra cómo era representada la mujer, como portadora del mal y el pecado, en sociedades pasadas
La historia de El libro de Eva (Letras de Plata) nos lleva hasta un convento de la Italia medieval donde un libro, aparentemente sin sustancia ninguna, acaba en las manos de una bibliotecaria que acaba fascinada por las imágenes que comienzan a aparecer en dicha obra. El libro, previamente, había estado en poder de dos mujeres extranjeras que llegan heridas una noche de Carnaval.
Meg Clothier es la autora de una novela que es un canto a la sororidad entre mujeres y al feminismo. La historia aborda diferentes asuntos, entre los que se encuentra cómo era representada la mujer en la época, como auténtica portadora del mal y el pecado. Una imagen que, lamentablemente, se ha repetido durante siglos. Muchas niñas eran mandadas a conventos para que buscasen la expiación, entregándose a Dios en cuerpo y alma.
El convento de esta historia es diferente, ya que en algunos casos las mujeres no han hecho votos religiosos y se encuentran en este lugar porque es el único sitio seguro para sobrevivir. Beatrice, la bibliotecaria a la que hacíamos alusión al comenzar, es la narradora de una historia que va haciéndose cada vez más fuerte según van pasando las páginas.
Una novela con mucho poder, con un fondo histórico y pinceladas de realismo mágico. Con unos personajes bien definidos por los que sentiremos empatía y con unas historias que nos muestran el sufrimiento de las mujeres por culpa de los hombres y de la religión. Un retrato de la dureza de vivir siendo mujer en una sociedad patriarcal como la narrada por Clothier. Creencias y fe contra libertades del ser humano. Intriga, misterio y feminismo en El libro de Eva.
Así comienza...
Oh, qué vista tan hermosa desde aquí arriba.
El cielo despejado, las piedras caídas del paso de montaña. El sol se está poniendo a nuestra derecha, los bosques están oscureciendo, las crestas cubiertas de nieve parecen estar en llamas. Las luces de esta ciudad arden, nos llaman, arden...
Pero ¿por qué nos hemos detenido?
El chico amable (ay con los nombres, últimamente se me olvidan) ha bajado de un salto de la carreta y está llamando a mi hija. Ambos llevan todo el día preocupados, desde que el chico ha aporreado nuestra puerta antes de que saliera el sol para avisarnos de que unos hombres estaban buscando, haciendo preguntas, y nos ha dicho que teníamos que darnos prisa, mucha prisa.