Ánima, una tragedia griega en la actualidad
Al leer la novela Ánima (Destino, 2014), no nos resulta extraño comprobar que Wajdi Mouwad (Líbano, 1968) sea dramaturgo y que sus principales energías artísticas estén orientadas al teatro.
Ni bien nos introducimos en la novela, un aura de tragedia griega nos inunda y en varios aspectos: estilísticos, en la radicalidad de los temas, en la elaboración de los personajes y cómo éstos son abordados y "abandonados por los dioses".
Que una novela tenga referencias (explícitas e implícitas) de la tragedia clásica no es ninguna novedad pero ésta en particular desarrolla, adapta y ofrece aspectos muy novedosos.
Para empezar, algo tan olvidado como esencial en la tragedia, el personaje del "coro", genialmente adaptado aquí por distintos grupos de animales que son quienes nos cuentan la historia. Esta coralidad de voces nos da una visión fragmentada de la historia obligando al lector a completar o imaginar lo que sucede y no se narra; enriquece la trama con la mirada instintiva propia de los animales, cuyos "sentidos" avanzan más de lo que una visión humana podría ofrecer y "aparentemente" se quedan a medio camino en algunas situaciones.
Lo que a primera vista parecen superfluos comentarios animalescos, nos alertan que la mirada de una realidad siempre están contaminados por nuestros sentidos sensoriales y esta historia narrada desde el reino animal nos deja un triste sabor: La monstruosidad y brutalidad de los humanos quizás no puedan ser mejor interpretadas que por medio de una serie de animales.
A su vez, y como toda tragedia griega, Ánima pone en las fronteras (y las traspasa) de lo humanamente soportable al protagonista: un hombre encuentra a su mujer brutalmente violada y asesinada, como así también al hijo que llevaba en su seno. Y, como toda tragedia griega, la miseria no es personal del protagonista sino que acaba de expresarse en un drama social, una maldición de la polis. Las aflicciones no tienen un solo dueño o propietario, siempre responden a una infelicidad social.
El epígrafe del libro contiene dos citas: Una de Isaías: He puesto mis palabras en tu boca que podría entenderse como una clara alusión al hablar de los animales, esa delegación que hace el protagonista en los animales en narrar la historia ya que él, en tanto humano, no puede hacerlo o no encuentra el modo de hacerlo.
La otra pertenece a la obra Electra de Sófocles: ¿Qué hacen los rayos de Zeus y qué hace el brillante Sol, pues ven esto y lo ocultan sin que ello les inmute?, frase que es dicha por el Coro al escuchar las lamentaciones de Electra. El silencio de los dioses y el abandono a los hombres es algo con lo que hay que aprender a vivir. Ambas citas nos previenen que lo que viene después no será de fácil digestión.
Si bien tiene la apariencia de un thriller, la novela no se precipita, mantiene su desesperante ritmo pausado, sabe en qué momentos de la trama dar los golpes exactos que van tejiendo y atrapando al lector que se siente hechizado y difícilmente pueda dejar el libro en su mesita de luz.
Además, sus breves capítulos siempre son una invitación a leer un poco más antes de cerrarlo. Por lo que no debe sorprendernos al saber que Mouawad tardó diez años en realizar esta novela. Su escritura prolija no adormece y da la sensación de que hubiera sido escrita en apenas unos meses, de un tirón, lo que confirma la genial pluma del autor. El trabajo por mantener el tono y el discurso de la novela es brillante.
Ánima es un libro que no busca comprender el origen del mal, ni siquiera combatirlo, tan solo encontrar un haz de luz que nos ayude a convivir con él. Otra enseñanza que le debemos a los trágicos griegos.