Una novela negra con la que se siente el frío posbélico
Se siente el frío del invierno, hiela el paisaje desolador. Ambientado en el Hamburgo de 1947, dos años después del final de la Segunda Guerra Mundial, El asesino entre los escombros (Maeva) es un relato estremecedor.
Cómo resurgir de las cenizas o cómo olvidar lo vivido tras el desastre. Cay Rademacher, autor de la novela, aborda estas cuestiones mientras que su personaje principal, Frank Stave, investiga cuatro asesinatos basados en un caso real.
El propio protagonista ha sufrido en su propia piel las consecuencias de la guerra al perder a su mujer en un bombardeo y llevar dos años sin saber nada de su hijo.
Más novela negra que histórica, aunque sin olvidarse durante el relato de este segundo género, el autor hila muy bien la trama políciaca y de espionaje que se va desarrollando en busca de ese cruel asesino que degolla a sus víctimas. Con el cádaver de una joven que aparece en unas ruinas comienza una historia narrada en tercera persona que está alimentada de grandes descripciones que no dejan mucho sitio a los diálogos.
Con una notable escenificación, un buen desarrollo y una trama interesante, El asesino entre los escombros es un guiño a la llamada Literatura de los escombros de la que formaron parte los Premios Nobel Günter Grass y Heinrich Böll. En la realidad, nunca se encontró al asesino. En la ficción sí hay un culpable.
El clima posbélico queda retratado a la perfección: ruinas, escombros, desesperación y destrucción. Y en ese gris panorama también se refleja ese intento de superación de personajes que tratan de recomponer sus vidas a pesar de tener los corazones rotos por la barbarie.