Una denuncia del drama social de África
Si supiera que estás ahí, una ficción muy real que lleva la firma de Amelia de Dios Romero
Las novelas ambientadas en África siempre hacen que sobre la historia narrada haya una atmósfera especial. La dureza del continente africano, las circunstancias de su gente y el día a día de la tragedia forman parte de Si supiera que estás ahí (Ediciones Casiopea), un libro que nos llevará hasta el campo de refugiados de Daadab (Kenia) para contarnos una historia que también pasará por Nueva York, Nueva Jersey, la Fortaleza de Bashir Samatar, Sidney y Somalia, siempre marcada por el rojo sangre de su guerra civil.
Yamal nunca esperó que la reconstrucción de su país fuese fácil o se hiciese de la noche a la mañana pero quería formar parte del esfuerzo
Si supieras que estás ahíTres mujeres son las protagonistas de tres historias que la autora, Amelia de Dios Romero, logra enlazar de forma notable. La trama está muy bien estructurada y el suspense se mantiene hasta el final. El lector conectará pronto con una novela de acción, aventura y superación. Una de esas novelas que deberían llegar mucho más lejos en cuanto a número de lectores se refiere, pero a veces el mundo editorial es demasiado caprichoso y deja en el olvido novelas que merecen la pena ser leídas.
A pesar de las circunstancias trágicas que rodean a Si supiera que estás ahí, la novela tiene mucha fuerza. Las protagonistas tendrán que superar las adversidades para seguir caminando. El libro es una crítica social hacia este mundo tan poco empático que se permite mirar hacia otro lado ante las desgracias de todo un continente. Pero, al margen de la triste realidad, también nos encontraremos con mensajes positivos a lo largo de las páginas de una ficción muy real.
Así comienza...
Las alarmas interiores de Vera se pusieron en estado de alerta en el preciso instante en el que el jeep en el que viajaba aminoró su marcha. Miró a Lisbet y a Jensen, los dos enfermeros noruegos que hasta hacía un rato habían estado bromeando con Abdi sobre la brusquedad de su conducción, y lo que vio en sus expresiones no le gustó. Siguiendo sus miradas se fijó en la columna de humo negro que se alzaba amenazadora a lo lejos. Vera ignoró la sensación que se le estaba formando en la boca del estómago. Cuando tomaba una decisión, no permitía que nada ni nadie se interpusiesen en su camino, y eso incluía aprensiones y miedos injustificados. Por eso, a pesar del cansancio y las advertencias del personal de la ING, no había dudado ni un segundo en imponer su presencia y la de Max, el fotógrafo que la acompañaba, en el jeep querse preparaba para llevar aprovisionamiento al equipo médico que, desde hacía dos días, estaba atendiendo heridos en un poblado a unos cien kilómetros del campo de refugiados".