La voz de Mozart con música de Bach en un pentagrama literario
Mozart y Bach juntos en una misma novela. Un gran atractivo al que se suman el Londres y el París de finales del siglo XVIII. A estos escenarios de contrastes y personajes excéntricos añadimos un enigma y la capacidad narrativa de Ariel Dorfman, autor de Allegro.
La editorial Stella Maris ha sido la encargada de rematar una edición muy cuidada de esta obra, con ilustraciones al inicio de cada capítulo. Para empezar, permítanme el juego fácil de palabras. Me alegro de haber leído Allegro. Sí, no he sido muy original, pero para ello ya tenemos este título que se adentra en la investigación de la muerte de Bach.
Me alegro por haberme encontrado con un autor al que no había tenido la oportunidad de leer hasta la fecha. Y me alegro por haberme reencontrado de alguna forma con este tipo de novelas de corte clásico. Tengo que confesar que andaba algo desencantado con ellas por algún título infumable que es mejor no traer a la memoria.
Regresando a la que nos ocupa, a este Allegro de Dorfman, tengo que destacar el retrato que hace de la época el autor, que dibuja de forma excelente un perfil novelístico de ese genio de la música que es Mozart.
Con el joven Wolfgan Amadeus acudiendo a las clases del hijo de Bach comienza la historia. Aunque el ritmo a veces se pausa en exceso, la novela no pierde el interés y el suspense mantiene en alerta nuestras constantes lectoras.
Mozart es el narrador de su propia vida. Dorfman le da una voz conciliadora que ayuda a ambientar toda las curiosidades y misterios que rodean su figura. La música clásica, como no podía ser de otra forma, aparece como gran banda sonora de esta novela que
combina lo histórico con las pinceladas detectivescas en torno a las muertes de Bach y Händel.
Los personajes y la situación cronológica del relato son fieles a la realidad, los demás hechos son parte de la inventiva de este misterioso pentagrama literario.