La vendedora de besos, una novela basada en hechos reales ocurridos en Colombia
Giovanna Zuluaga es la autora de una historia situada en la época previa al inicio de los diálogos de paz con las FARC
Colombia como escenario de una novela de ficción basada en hechos reales. La época previa al comienzo de los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia —las FARC— es el hilo que va dando vida a las historias de La vendedora de besos (Editorial Adarve). Tres mujeres sin nada en común en apariencia son las protagonistas de esta novela. Sus complicadas vidas también son una fuente de inspiración.
Julia es una mujer que huye de la violencia desde niña hasta que llega a normalizar de alguna forma el maltrato de su pareja. María va contando a lo largo de la novela su llegada a la guerrilla siendo una adolescente, mientras que Sofía, periodista de clase acomodada, intenta rebelarse desde su posición contra el sistema establecido. Tres mujeres de diferentes estratos de la sociedad, pero con muchos puntos que las unen.
Una historia de violencia y emociones
Giovanna Zuluaga (en la imagen) es la autora de una novela que tiene un alta carga de dramatismo, pero que también tiene entre sus ingredientes amor, erotismo, traiciones, sufrimientos y superación. Las tres protagonistas están perfiladas notablemente, siendo sus voces claramente identificables.
La violencia familiar, de género, el maltrato están muy presentes a lo largo de una narración donde los silencios también dicen mucho. Narrada en primera persona por cada una de las protagonistas, sus historias se acaban entrelazando. Escrita con mucho tacto y de manera ágil, La vendedora de besos dejará destacadas emociones a los lectores que se acerquen a sus páginas.
Así comienza La vendedora de besos
¡Bang! El aullido de una bala solitaria arañó el aire enrarecido de aquella gélida noche de octubre. Sus fauces de metal hambrientas de destrucción buscaban en qué hincarse, con la urgencia de aquello que solo pretende suscitar dolor. Ella corrió a lo que daban sus piernas, sintiendo tras de sí las inconfundibles zancadas de la muerte. Cayó gritando al tropezarse con un bulto amorfo y entonces, una mano le cubrió la boca para silenciarla, quizá para siempre.