Ruta Tannenbaum (Siruela) es un homenaje. Un homenaje a Lea Deutsch, una niña prodigio judía que fue asesinada en Auschwitz a los 16 años de edad. Un homenaje a todas esas pequeñas historias que fueron golpeadas por la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial. Un homenaje a la literatura sin adornos ni generalizaciones.
Y es que Miljenko Jergovic, el autor de esta novela, no recurre -como suele pasar en muchos relatos casi por inercia- a la victimización de las víctimas. Tampoco demoniza y condena de partida a todos los nazis. El autor, con una prosa muy realista y con una narración profunda, describe la historia sin usar el bisturí literario dependiendo del bando o de los acontecimientos.
La protagonista para nada es la típica niña encantadora con papel adelantado de heroína por su triste final. Ruta Tannenbaum, el personaje que da vida en la novela a Lea, es una niña caprichosa y con un carácter bastante particular.
El relato no se centra únicamente en Ruta. Sus padres, Salamon -fue el único superviviente- e Ivka, tienen también un claro protagonismo junto a otros familiares como su hermano o su abuelo Abraham, o amistades como el matrimonio formado por Radoslav y Amalija, a los que Ruta considera como sus segundos padres. Actores secundarios que protagonizan historias dentro de esta particular historia que tiene de fondo la previa y el desenlace de uno de los escenarios históricos más inhumanos.
Es difícil emplear términos positivos para referirse a las historias centradas en el Holocasuto judío, pero Ruta Tannenbaum consigue aportar un punto atractivo al describir las pequeñas historias extrayendo las personalidades del contexto de la gran guerra. Además, el libro ofrece una perspectiva geográfica diferente con su mirada hacia los judios de los Balcanes.