Habitación reservada con vistas a la lectura
'Hotel Lutecia', una novela que nos llevará desde el París liberado a la España franquista para contarnos una historia de segundas oportunidades y secretos familiares
No había leído nunca antes a Empar Fernández, pero volveré a leerla. Hotel Lutecia (Suma de Letras) tiene la culpa. Una novela que nos muestra las cicatrices de la Segunda Guerra Mundial, el horror de los campos de concentración y esa tortura interior que sigue permanente de por vida en aquellos que sobrevivieron a la barbarie nazi. Supervivientes a los que, como al protagonista de la novela, le robaron el alma y la esperanza.
Andreu Ribera es el hombre que se queda sin nada. Con vida, pero sin mujer, sin ilusión, sin sueños, sin un lugar en el que vivir. Tras alojarse en el hotel Lutecia de París, el protagonista buscará una nueva vida en la Provenza, donde uno de los personajes destacados de la historia, Claudine, le ofrecerá trabajo y techo.
Respiraba con cierta dificultad. El cuerpo, en su esfuerzo por seguir con vida, superaba largamente las reservas de su propietario. A Andreu no le quedaban arrestos. Había dejado de importarle seguir en este mundo"
'Hotel Lutecia'Con unos personajes de los que calan, con un estilo muy cuidado y una narración cargada de sentimientos, la segunda parte de la novela nos llevará hasta la España de 1969. En la Barcelona de la posguerra -más concretamente en Poble Sec- será otra búsqueda la que se iniciará. En esta ocasión, el hijo de Andreu es el que intenta encontrar respuestas a las dudas e incógnitas que tiene sobre su familia.
Aunque bien es cierto que son numerosas las historias que pueden contener registros similares en cuanto a temática y ambientación (Holocausto, fin de la guerra, segundas oportunidades, secretos familiares), Empar Fernández consigue firmar una novela que, poco a poco, va atrapando al lector. Aunque a veces da la sensación de que el relato pasa sin nada noticiable, el libro contiene bastantes elementos que convierten en interesante su lectura.
Las primaveras tras la guerra
"La del 46 fue una primavera sobrecogedoramente bella, radiante. Dicen que a una guerra siempre le suceden primaveras extraordinarias. La nueva luz en los parques y sobre las aceras, los primeros brotes aparecidos en cada rama, el revivir de los parterres, la bendita calma y el lento regreso de las antiguas costumbres permitían establecer cada vez mayor distancia. Una guerra cuyo recuerdo ,tan reciente, enturbiaba cada rincón de la memoria y planeaba sobre la ciudad entera como tiempo atrás sobrevolaran el cielo francés los aviones de la Luftwaffe".