El reino vacío, una divertida apocalipsis zombie
Un cuervo y un perro son los encargados de salvar el mundo en una novela escrita por Kira Jane Buxton
En los últimos tiempos están apareciendo numerosos libros con catástrofes naturales, epidemias y apocalipsis como temas principales. El reino vacío (Destino) es uno de esos títulos, pero en esta ocasión nos encontramos con una propuesta de lo más original ya que serán un cuervo y un perro los encargados de intentar que la humanidad no desaparezca.
Kira Jame Buxton (en la imagen) es la autora de este hilarante y divertido fin del mundo. Imaginación no le falta a esta montaña rusa de sensaciones y emociones. El libro comienza fuerte, hay momentos en los que comienza a caminar algo más lento, pero poco a poco va remontando hasta ofrecer una historia, difícil de clasificar, pero entretenida y distinta. Al menos, no es muy habitual sumergirse en una apocalipsis zombie con animales.
Un cuervo mal hablado, consumidor de televisión y comida basura, que presume en todo momento de inteligencia es el personaje principal de esta novela distópica tan peculiar. Dennis, un leal perro, acompañará a S.T., el cuervo en cuestión, en el intento de salvar un mundo donde los humanos han comenzado a comerse los unos a los otros. Una aventura fresca en la que no falta el humor y que también nos hace reflexionar sobre los efectos y consecuencias del cambio climático. Para pasar un buen rato.
Así comienza...
Debería haberme dado cuenta de que algo iba peligrosamente mal mucho antes. ¿Cómo puede alguien ignorar algo tan grave? Porque sí que hubo señales, aunque eran tan lentas como el movimiento de la savia, esa lava de color ámbar que brota de los árboles de hoja perenne infectados y que termina por devorarlos. Señales tan lentas como las serpientes de cascabel cuando se deslizan hacia su presa y van marcando el escamoso paso de su vientre por el terreno. Pero, a veces, uno no percibe esas señalas hasta que alcanza la rama más alta del entendimiento.
Primero, todo era normal. Big Jim y yo estábamos jugando en el patio. Veréis, es que vivimos juntos y tenemos una relación platónica espolvoreada con una enérgica simbiosis. Yo disfruto de las ventajas de vivir en un vecindario decente de Seattle con una electricista remunerado, quien a su vez disfruta de la compañía de su propio cómico privado en casa. Así que todos ganamos, somos felices y comemos perdices, que además son deliciosas.