El paso de la infancia a la madurez en un libro de Tamara Tenenbaum
'Todas nuestras maldiciones se cumplieron', una novela envuelta en relatos autobiográficos de la autora argentina
Una novela envuelta en relatos autobiográficos. Textos que marcan el camino que va de la infancia a la madurez de una joven, Tamara Tenenbaum, que perdió a su padre con cinco años tras la explosión de una bomba. Todas nuestras maldiciones se cumplieron (Seix Barral) es la vida de una joven que creció en una comunidad judía ortodoxa en América Latina.
Mis abuelos tienen una carpeta de recortes con las cosas que escribo en diarios y revistas. No voy a verlos casi nunca. Me da culpa, muchísima, pero no sé qué hacer cuando voy
Tamara TenenbaumUna crónica de sucesos y acontecimientos narrados en primera persona por la autora. Un retrato generacional, con cierto desorden en su composición, con un estilo que intenta encontrarse con el humor y la ironía, y que no tiene grandes pretensiones en su proyección final. Una lectura ágil, para leer en una tarde de desconexión, sin buscar una historia bien construida.
Sin conexión aparente, la novela se acerca más a la colección de relatos. Un diario sobre lo cotidiano, sobre aventuras personales e historias normales contadas con cierta acidez. La religión y las relaciones familiares son dos de los temas principales de este libro.
Así comienza...
La única vez que mi mamá vio un pijo nacer fue sobre mi cabeza. Eso cuenta siempre cuando trata de explicar que todos los nenes tienen piojos pero lo mío era de otro planeta. En mi casa éramos tres nenas y mi mamá es pediatra: ha visto su buena cantidad de cabezas colonizadas. Pero solo en la mía, dice, pudo presenciar un nacimiento.
Sacarnos los piojos a mí y a mis hermanas fue de las pocas tareas que mi mamá jamás delegó ni en las empleadas, ni en mi tía, ni en mis abuelos. Algunas madres les cuentan cuentos a sus hijos todas las noches, o piensan que cocinarles es sagrado, pero no tiene que ver con eso: hace más de veinte años, desde que se murió mi papá, que mi mamá no tiene tiempo para asuntos sagrados. Nos despiojaba personalmente porque cree –igual que yo– que la única manera de asegurarte de que algo se haga bien hacerlo una misma.