El hijo del doctor, una conmovedora historia sobre el exilio
Ildefonso García-Serena es el autor de una novela con tintes históricos que recorre las España de finales del siglo XIX, la II República, la Guerra Civil y la II Guerra Mundial, así como la Francia invadida por Hitler y la Argentina de Perón y Evita
Con notable alto se ha estrenado la colección narrativa de Vegueta Ediciones. El hijo del doctor, una novela de Ildefonso García-Serena, ha sido la carta de presentación. Y no ha podido ser más acertada esta elección. Nos encontramos con una historia que te atrapa desde el principio. Bien estructurada, con unos personajes muy definidos y con un estilo narrativo directo, sin adornos innecesarios, de fácil lectura. Algo que siempre se agradece. Contar una historia por encima de novelar el ego.
Antes de profundizar en el análisis de esta novela es conveniente destacar que este relato, como indica el propio autor en la nota previa, es un tributo a "todas aquellas personas que vivieron con dolor y dignidad la emigración europea en unos tiempos tan difíciles como olvidados".
García-Serena tampoco se olvida de los millones de emigrantes y refugiados que continúan sufriendo en pleno XXI las consecuencias de la emigración. Sobre los hechos esenciales de la novela apunta que sucedieron en realidad, pero con unas situaciones, nombres y personajes que forman parte de la ficción.
No me gustaría pasar por alto la cuidada edición y presentación del libro. Esto siempre refuerza el gusto por leer. Y si a la buena edición le añades un contenido muy atractivo, doble placer. La historia merece mucho la pena. Junto a Leo, hijo de un doctor republicano que inicia un viaje en busca del pasado de su familia, recorreremos la España del final del siglo XIX, la de la II República, la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y la España franquista. Pero también emigraremos a la Argentina de Evita y Perón. Un recorrido lleno de emociones orquestado sobre una trama envolvente.
El autor demuestra un gran talento narrativo. Su estilo es muy visual. Narra. Cuenta lo que sucede de una forma que el lector agradece por la agilidad. No abusa de los diálogos y no carga de florituras el aspecto descriptivo. El exilio, la emigración, son protagonistas de una novela con mucha carga histórica y sentimental, y en la que se ponen a prueba las amistades y lealtades. Los personajes se abrazan a todos aquellos recuerdos de lo que fuimos hace décadas.
Así comienza...
"Fue en 1888 cuando Román Muñiz pronunció aquella frase. Su voz resonó en el silencio de la noche otoñal y después se expandió, limpia, mucho más allá de la Sierra de Arcos, hacia las regiones del este, atravesando campos, cordilleras y después mares. Y lo hizo durante más de ciento diez años. Probablemente su eco aún no se ha extinguido:
-Hijo, entre día y noche no hay pared. Adelántate, que ya te alcanzo.
Esa tarde, ya casi de noche, Román, un agricultor enjuto de ojos brillantes, regresaba con su hijo mayor de la feria de Zaragoza. Detuvo su caballo a la puerta de la fonda, a pocos kilómetros de Ariño, el pueblo de Teruel donde vivía. Fue entonces cuando dijo aquella frase, la última que le escucharía su hijo, un muchacho de quince años. Sus palabras pasarían de generación en generación como una herencia indeseada, una leyenda maldita o un epitafio sin sentido".