El Giro de Italia y la esencia del periodismo literario
Un libro de Dino Buzzati que es mucho más que una crónica deportiva sobre la vuelta ciclista italiana de 1949
Un libro para amantes (y no) del ciclismo. El Giro de Italia (Gallo Nero) es más que una crónica deportiva. Los 25 reportajes —escritos por el periodista Dino Buzzati (en la imagen) en el Corriere della Sera entre el 18 de mayo y el 14 de junio de 1949— que recoge este libro son el retrato de una época y de una rivalidad deportiva, la que tuvieron dos grandes del ciclismo italiano como Fausto Coppi y Gino Bartali.
La crónica de la edición número 32 de la prueba italiana se fusiona con una gran narración literaria que hace que leamos esta obra de una forma especial: sintiendo la competición, contemplando los paisajes detallados y viendo el resurgir de esa Italia postbélica que necesita recuperar la sonrisa tras los años de oscuridad. Historia, geografía y deporte comparten escenario en El Giro de Italia.
El artículo periodístico convertido en una esencia superior, tal y como expone Claudio Marabini en el prólogo: "Bastaron los primeros artículos para darme cuenta de que algo típicamente buzzatiano estaba naciendo y que, como siempre en sus reportajes, la fantasía desbancaba a la crónica, la engullía y la hacía suya". La magia de ir más allá de la información, de convertir una crónica deportiva en un relato literario.
Así comienza...
A bordo del Saturnia, 17 de mayo, noche. Abrimos la puerta del camarote n° 223, segunda clase turística. Oscuridad y el susurro musical de un ventilador. Aquí están Lucien Buysse, Roger Missine, Jef van der Helst, Giuseppe Carami, ciclistas. Duermen. Abrimos la puerta del camarote n° 234. Oscuridad aquí también. Es el camarote de Albert Dubuisson y de Jean Lesage. También duermen. Aquí y allá, tras las blancas puertas del largo pasillo desierto, están los demás: Kübler, Logli, Monari, Valenta, Conte, Crippa, etcétera. Los transporta, con el quedo ronroneo de sus motores, a través de la noche del Tirreno, un formidable barco cuyas luces a los pescadores, desde sus pequeñas barcas, deben de parecerles, aun de muy lejos, un espejismoM y aun sabiendo de qué se trata, se hacen señas y se llaman unos a otros como si no acertaran a a creérselo.