Caminito de Sevilla a Argentina
La crisis económica y social de principios de siglo del país sudamericano forman parte de una novela de Manu Rodríguez que camina entre el relato de viajes, las pinceladas autobiográficas y el thriller
"Caminito que el tiempo ha borrado que juntos un día nos viste pasar, he venido por última vez, he venido a contarte mi mal". Así comenzaba el tango de Gardel y esa primera frase de Caminito que el tiempo ha borrado... es el título de una novela de Manu Rodríguez que ha sido editada por Ediciones Alfar.
Un joven escritor sevillano nos narra en primera persona una historia que le llevará a cambiar de aires. Cansado de las circunstancias se marcha en el 2000 a Edimburgo, ciudad en la que se estableció durante cuatro años hasta que decidió emigrar a Argentina, más concretamente Rosario, para encontrarse con su amor. "Argentina aparece ante mí como un país dolorosamente hostil para los propios argentinos".
Volvimos al departamento, donde nos alejamos de todo y todos. Y una vez más fundimos la vida con nuestro querer, reconociendo en nuestros cuerpos la pasión de un sentir insondable
Caminito que el tiempo ha borrado...El país sudamericano se encuentra saliendo del corralito y, a pesar de la crisis económica, intenta despertarse con cierta ilusión y esperanza. Con momentos para la nostalgia y la reflexión, la novela transcurre con un ritmo marcado por la tensión dramática y un ambiente social de violencia. Por momentos thriller, en ocasiones más cerca de la literatura de viajes, esta obra de Manu Rodríguez también tiene tintes autobiográficos.
Narrada de manera ágil, con una prosa cuidada y con pinceladas históricas, la novela también guarda aromas de romanticismo entre el intento de comprensión de la violencia con la que convive Argentina a principios de siglo. El desenlace remata de manera correcta una buena historia.
Así comienza...
"A Argentina vine por amor; ahora tengo un revólver. El instinto de conservación decidirá sobre el gatillo. No quiero matar, pero lo justificaría si la presión amenaza mi vida. Y la vida no es solo mía, ahora somos dos en ella. Es la una y media de la tarde y acaban de llamar al teléfono del portero electrónico. tras la línea, una voz infantil me ha perdido algo para comer. No le he dado explicaciones ni le he dejado terminar de hablar. He dicho que no tengo nada y he colgado. ¿Cómo puedo llegar a ser tan despiadado? Recién llegado me hubiera sido imposible reconocerme una actitud así, pero las reacciones me están sobrepasando".