Archivos aterradores de la historia de España
Natalia Monje es la autora de Mala cosecha, un libro galardonado con el IX Premio Juan Antonio Cebrián
La historia de España guarda episodios aterradores. Algunos de esos capítulos de la historia negra están recogidos en Mala cosecha (Editorial Odeón), un libro de Natalia Monje que ha sido galardonado con el IX Premio Juan Antonio Cebrián. Cada persona tiene sus miedos, pero también hay miedos colectivos que, como podemos comprobar en el libro, van cambiando en función del tiempo y el contexto cultural y geográfico.
La autora (en la imagen) realiza una gran investigación para ofrecer al lector un recorrido por los horrores que se han instalado en la cultura popular desde el siglo XVI hasta nuestros días. Como indica Natalia en la introducción del libro, "vamos a transitar el sendero del asombro. Vamos a sondear el núcleo de las encarnaciones del mal. Vamos a ver de cerca a las personas con nombre propio que les dieron vida y aliento, a las personas que les temieron y los lugares donde se escenificaron sus dramáticos encuentros". Está claro que nos encontramos ante un viaje hacia lo más tenebroso del ser humano.
Recorre las fechas de las lápidas y se detiene en las más recientes: busca cadáveres tiernos que desentierra para devorar sus entrañas saturadas de sangre estancada en putrefacción
Mala cosechaEl libro se divide en tres partes. La primera de ellas habla de los mercaderes de la sangre. El horror y fascinación centran la segunda parte, quedando la marca del diablo para la tercera. Brujas, endemoniados, monstruos humanos, maestros de la muerte, vampiros y personajes malditos pasan por las páginas de un libro que gustará a los amantes del género de terror y misterio.
Así comienza...
"A principios del año 1835, toda la provincia de Lugo cayó en las garras del pánico. Comenzó con un dedo acusador, unas voces susurrando hechos atroces y unas miradas ansiosas; y se extendió veloz hasta paralizar a la población, primero, y llevarla a las puertas del motín, después. El origen estaba en el próspero pueblo costero de Viveiro y tenía dos nombres y una profesión: Manuel Montenegro y Joaquín de Ábila, boticarios. Viveiro tenía entonces cerca de 2.000 habitantes y tenues indicios de industrialización en la pesca y la fabricación de lienzos para la exportación. Como corresponde a una localidad portuaria, era abierta y mantenía contactos con el exterior, los barcos salían y llegaban trayendo noticias, personas y productos que ensanchaban la visión de los locales más allá de su propio horizonte. Hoy, la villa conserva casi intactas las calles y plazas de piedra donde el t error, una masa negra e informe, empezó a crecer y a propagarse hasta estremecer las entrañas, vaciar los mercados y amenazar la convivencia de la comunidad".