Amor y humor entre El fantasma y la señora Muir
Una comedia romántica publicada por primera vez en 1945 que regresa conservando su frescura y prosa poética
Una historia de amor fantástica o un amor de fantasía. Una comedia romántica de cine. Un libro que llegó en su día a la gran pantalla y que ahora regresa manteniendo intacto su toque de humor y su prosa poética. El fantasma y la señora Muir (Impedimenta) es el título de una novela donde el amor va mucho más allá de lo esperado.
Una historia en la que conviven vivos y muertos, ya que Lucy Muir, la protagonista —una joven viuda que se muda a un pequeño pueblo costero inglés— comparte escenario novelístico con un atractivo capitán. Hasta aquí todo podía ser normal si no fuera porque Daniel Gregg, el antiguo dueño de la casa y el capitán en cuestión, transita por el barrio de los callados. Pero a pesar de este digamos pequeño obstáculo, ¿triunfará el amor entre la señora Muir y el fantasma?
Josephine Aimee Campbell Leslie (1898-1979) —en la imagen— es la autora del libro, aunque tuvo que firmar con el seudónimo R. A. Dick, algo muy habitual a lo que tenían que recurrir en la época muchas autoras para esconder su género. La traducción de la edición de Impedimenta es obra de Alicia Frieyro.
Su novela, publicada por primera vez en 1945, tuvo una gran repercusión en la sociedad inglesa. Y además de inspirar a la película de Joseph L. Mankiewicz también se convirtió en serie televisiva en los años sesenta. A pesar del paso del tiempo, la novela sigue conservando frescura gracias a la forma tan especial de contar de la autora.
Así comienza...
La señora Muir era una mujer menuda. En eso estaban todos de acuerdo. Así, mientras otras recibían meramente el tratamiento de señora Brown o señora Smith, de ella se hablaba siempre como «la pequeña señora Muir» o «nuestra querida pequeña señora Muir», dado que su marido, aquel rectísimo miembro de la Iglesia, al a par que arquitecto del montón, había fallecido de forma repentina, dejándola con dos criaturas y una renta insuficiente. Tan insuficiente, de hecho, que se vio obligada a vender la casa de estilo pseudoisabelino que él le construyera como regalo de boda, con el fin de hacer frente a las deudas nada desdeñables que le llovían de todas partes y que amenazaban con dejarla con el agua al cuello y sin los hitos familiares de su vida de casada.