La nueva novela de Santiago Lorenzo, el antídoto perfecto contra el 'Tostonazo'
El autor vasco vuelve a firmar un sobresaliente trabajo literario
Santiago Lorenzo lo ha vuelto a hacer. En esta ocasión, con Tostonazo (Blackie Books). El autor ha convertido una historia sencilla en un acontecimiento único. Sus libros cada vez son más esperados. Había una comunidad de lectores deseando acercarse a su nueva obra y no ha defraudado.
Habrá quien busque alguna comparación con Los asquerosos, pero sería una pérdida de tiempo, ya que cada novela representa una realidad distinta. Eso sí, contada con un mismo sello, con el estilo inconfundible del autor de Portugalete (Vizcaya).
Una historia de gente que suma, y todo lo contrario. Con un joven protagonista que se ve inmerso como becario en el rodaje de una película en la capital de España. Cansado del cínico director de una surrealista, en todos los sentidos, producción audiovisual, el protagonista decide cambiar de vida y se aleja de la capital para cuidar, en una ciudad de provincias, a un familiar un tanto peculiar.
En ese nuevo mundo descubrirá el arte de la creatividad, el sentido de la amistad y buenos momentos de diversión. La novela está perfectamente rematada. Con un gran poder de atracción, el libro es un antídoto contra el tostonazo.
Más de 20.000 ejemplares se han vendido en un mes de la nueva novela de uno de los grandes narradores actuales
TostonazoAsí comienza...
Yo soy de enero de 1993, y de Madrid. Mis padres me metieron en un colegio privado con la intención de que me relacionara con los alevines de las clases dirigentes, llamados a convertirse en dirigentes ellos mismos. A mis padres, el intento no les funcionó. Lo que sé incuestionablemente es que yo de crío lo pasaba fatal. Todo me disgustaba.
Tenía una tendencia al mal rollo descabalada y continua. Sería por las pastillas de vitaminas que me metían por la boca, o porque igual es que a escondidas me untaban de veneno entristecedor los rotuladores que me chupaba. Por lo que fuera. Pero lo mío era una proclividad a la melancolía que hoy me inspiraría ternura si no fuera porque me inspira un trocito de vergüenza.