Horizonte aquí, la novela ganadora del XXV Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla
Alejandro Narden es el autor de una historia que viaja en tren por la memoria y reflexiona sobre los límites y las fronteras
El libro Horizonte aquí (Algaida) ha sido galardonado este año con el XXV Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla. Alejandro Narden, alias con el que ha firmado este libro el escritor y periodista Alejandro Martín (Plasencia, 1987), es el autor de una historia que reflexiona sobre las fronteras, tanto las geográficas como las personales.
Estoy en este tren porque buscaba descubrir qué fue de la única mujer a la que he amado. Desapareció
Horizonte aquíMarruecos como protagonista
Marruecos se convierte en el escenario principal. La misteriosa desaparición de una joven entre el Sáhara Occidental y Mauritania es el punto de partida. Ernesto, su exnovio, estará dos meses buscando pistas sobre su paradero. Pero sus investigaciones no llevan a nada y decide regresar a España sin dar con Carlota. En su vuelta en tren hasta Tánger conoce a un matrimonio francés, con raíces marroquíes, que ha regresado a Marruecos en busca de los recuerdos de la infancia. Una circunstancia que desemboca en los cambios sufridos por el continente africano y sus conflictos actuales.
El referido matrimonio, cuarenta años de casado y sin hijos, reflexiona sobre su vida, sobre las decisiones tomadas y sobre las equivocaciones. Además del viaje en tren nos encontramos con ese viaje por la memoria para reconstruir lo vivido. La historia de una familia, la historia de un país y los límites, los que marcamos nosotros mismos y los que vienen dados por esas fronteras de la historia.
Así comienza...
Él cree saber, aunque no sea cierto, que esa fue la última vez juntos de ellos dos. Si se detuviera a hacer memoria habría de reconocer que todavía se vieron en más ocasiones, que la conversación con Carlota, a la postre trascendente, en que ambos decidieron decirse adiós, tuvo lugar en un contexto más anodino, quizás de veras olvidado. A la salida del café de la calle Santa Isabel donde solían quedar, «Tenemos que hablar. ¿Esta noche no vienes a dormir a casa?, ya nos veremos»; por teléfono, al colgar tras un largo silencio en que escucharan las respiraciones mutuas y nada más. Sabría que llegó a discutir con ella a propósito de la oferta de empleo que le haría trasladarse a Barcelona y vivir luego a caballo entre Barcelona y Ginebra, cuando ella ya no contaba y él prefirió más dinero a cambio de vender generadores de forma de onda u osciloscopios en vez de seguir en el equipo de ingenieros que los diseñaba. Es él quien da vigencia al recuerdo: Ernesto estable dónde estuvo la frontera.