Cómo se escribió Cien años de soledad
Gabriel García Márquez estuvo escribiéndola de manera ininterrumpida durante 18 meses. La novela casi no ve la luz por la falta de dinero del colombiano para enviarla a Buenos Aires
Cien años de soledad es una de las obras maestras de la literatura universal. Una de las grandes joyas con la que Gabriel García Márquez fue galardonado con el Nobel de literatura en el año 1982. Entre los libros más leídos y traducidos, en un principio iba a llamarse La casa. La historia empezó a germinar en Gabo en 1952 cuando viajó junto a su madre a su Arataca natal. Pero no fue hasta catorce años más tarde, en 1966, cuando la finalizó.
Un año y medio estuvo escribiendo García Márquez la historia de la familia Buendía en Macondo. Encerrado en la habitación de la casa —a la que le puso el nombre de La cueva de la mafia— en la que vivía junto a su familia en Ciudad de México, Cien años de soledad fue una prueba de fuego para el escritor colombiano, que pasaba por una crisis creativa y que no lograba conectar los lectores.
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo"
Cien años de soledadLa primera edición de Cien años de soledad se publicó en Buenos Aires a principios de 1967. Ocho mil ejemplares se vendieron en un mes. Un dato extraordinario para un autor al que le estaba costando llegar a los mil ejemplares vendidos con sus anteriores obras. Sin lugar a dudas, la publicación de esta obra fue un antes y después en la carrera como escritor del colombiano.
Y eso que estuvo a punto de no ver la luz. Cuando García Márquez fue a mandar el manuscrito junto a su mujer Mercedes Barcha, el envío de las 590 cuartillas escritas a máquina costaba 82 pesos. El matrimonio, que vivía de prestado en el barrio San Ángel de la capital mexicana, solo tenía 53 pesos. En los últimos meses incluso habían tenido que empeñar el secador, la batidora y el calentador para subsistir. Al no poder enviar todo el manuscrito, decidieron enviar la mitad.
Y en el envío se equivocaron y acabaron mandando la segunda parte de la novela. Cuando llegó a Buenos Aires, el editor del sello Sudamericana, Francisco Porrúa, que había decidido publicarla sí o sí nada más que García Márquez le leyó las primeras líneas, envío el dinero para que el Nobel pudiera mandar la primera parte. De esta manera se salvó que una de las obras cumbres de la literatura universal hubiera quedado guardada en un cajón.