Turistas del dharma, un anti libro de viajes
Albert Franquesa es el autor de una antología de relatos sobre el viaje y sus circunstancias
En nuestro especial sobre libros de viajes buscamos libros que vayan más allá de las habituales guías o típicos libros para viajeros. Buscamos obras relacionadas con los viajes pero que tengan un extra diferente.
Por eso, Turistas del dharma (Hermanaute) tenía que estar en esta selección ya que, como indica en el prólogo Lluís Rueda, nos encontramos ante un "anti libro de viajes, pese a sus exquisitas descripciones, sus detalles, su envolvente catálogo gastronómico, sus dumping o sus camastros chirriantes. En este libro no se evocan las impresiones, los acontecimientos y los sentimientos a la manera de la literatura de Bruce Chatwin, Norman Lewis o Robert Byron".
Había que resignarse a pasar la noche allí. Un enemigo difuso nos esperaba en el corazón de la selva, en alguna curva de la carretera con el rostro oculto por un pasamontañas y armado hasta los dientes
Turistas del dharmaUna antología de relatos de turistas circunstanciales y ocasionales que lleva la firma de Albert Franquesa. Doce viajes diferentes en busca de lo que se esconde detrás del selfi y de estos tiempos donde importa más la apariencia que la verdadera esencia de viajar. Un libro de contrastes, de pateras y cruceros, de turistas que llegan al alma y de lugares entre el paraíso y el infierno.
Turistas de todo tipo se convierten en protagonistas de esta invitación a viajar más allá de las fronteras y de los guiones establecidos por los habituales libros de viajes. Un libro que cuestiona la existencia del viaje y que invita a vivir otros mundos para reencontrarnos con algunos de los enclaves y momentos que recoge Turistas del dharma.
Así comienza...
"Es un cruce múltiple a cuatro bandas con cinco pasos de cebra. Es un hormigueo de peatones en todas direcciones. Es una locura metódica a golpe de semáforo. Cinco millones de peatones lo cruzan a diario. Es el barullo, el famoso Scramble de Shibuya. De las pantallas pixeladas de los edificios, centellea en las retinas una lluvia de imágenes. El hilo musical toma las calles aunque nadie baila. Es como estar en un spot televisivo sin interrupciones". .